Todo directivo necesita identificar la dirección, el rumbo para guiar a su equipo. Para ello, además de “imaginar y visualizar” el futuro es preciso “conocer e interpretar” el presente, la realidad. Dirigir es decidir, y la realidad es el soporte de mis decisiones. Y es que, en la búsqueda de la realidad, la información y las evidencias son importantes, pero mucho más esencial es saber interpretarlas y entenderlas.
10 de septiembre de 2021
Liderazgo Kumano… sorbo a sorbo
Como líderes necesitamos identificar la dirección, el rumbo para guiar a nuesto equipo. Para ello, además de “imaginar y visualizar” el futuro es preciso “conocer e interpretar” el presente, la realidad. Dirigir es decidir, y la realidad es el soporte de mis decisiones.
En la búsqueda de la realidad, la información y las evidencias son importantes, pero mucho más esencial es saber interpretarlas y entenderlas.
IV- EN BUSCA DE LA REALIDAD | El reto de avanzar a través de un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. La toma de decisiones en el mundo real
La esencia del liderazgo es guiar y movilizar. Guiar desde el presente hacia el futuro. Para guiar necesito identificar la dirección, el rumbo. Para ello, además de “imaginar y visualizar” el futuro, preciso “conocer e interpretar” el presente, la realidad. Para trazar un rumbo, el punto de partida es tan importante como el de llegada. Espero no cometer el error de dar por sentado que conozco dónde estoy, qué me está ocurriendo, de dónde vengo…
En la búsqueda de la realidad, la información y las evidencias son importantes, pero mucho más esencial es saber interpretarlas y entenderlas. El problema surge cuando me veo obligado a admitir que mi camino para entender la realidad pasa obligatoriamente por la puerta de la percepción. Todos tenemos una forma personal de descifrar la realidad, de entender el mundo, un mapa mental dibujado por nuestros valores y creencias que tamiza toda la información que nos llega y “personaliza” la interpretación. Aun teniendo las mismas piezas, cada uno dibuja un mosaico diferente de la realidad.
Además, en el proceso de intentar comprender la realidad me golpeo inevitablemente contra enormes limitaciones que se empeñan en actuar en mi contra. Puedo llamarlas: prejuicios, ceguera, imaginación, borrado, ignorancia…
Los “prejuicios” saturan mi mente con opiniones ya formadas y me impulsan a ver exclusivamente lo que quiero ver, dejando pasar de largo las evidencias. La “ceguera” hace que ponga el foco en un punto concreto, oscurezca el resto, y no vea cosas que existen alrededor. La “imaginación” mal utilizada me induce a sustituir piezas ausentes del puzle de la realidad por otras inventadas, rellenando los espacios que faltan. El “borrado” hace desaparecer evidencias que no me gustan, eliminando las escenas desagradables de la película. La “ignorancia” es la peor de todas las limitaciones, me engaña haciéndome creer que lo sé todo.
Me apena admitir que mi conocimiento sobre la realidad es limitado y sesgado. Una realidad tramposa que se empeña en confundirme.
En la plaza del pueblo observo a cuatro personas que discuten acaloradamente. Es una tinaja de barro. No!, es una cesta de esparto. Que va!, son unas columnas de granito. Imposible, lo tengo claro!, es una manguera flexible. Estos tíos están locos, no se enteran, …a no ser que se trate de cuatro ciegos debatiendo sobre unos retales de realidad en forma de barriga, orejas, patas y trompa ¡de un elefante!
Dirigir es tomar decisiones y la realidad, inevitablemente, debe ser el punto de partida de mis decisiones.
Salgo en busca de la realidad, y sin embargo en su lugar lo único que encuentro es una incertidumbre derivada de un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo (os suena, ¿verdad?). Pero mientras, a pesar de mi desconocimiento de la realidad, a pesar de la inquietud y el estrés por no estar seguro de acertar, para dirigir, para avanzar en el camino hacia el futuro, deberé evitar la parálisis y atreverme a tomar decisiones.
Bienvenidos al mundo real. ¿Cómo hago para decidir en la incertidumbre…?
Decidir en la incertidumbre
Dirigir es decidir, y la realidad es el soporte de mis decisiones. Pero debo ser consciente de que la única “realidad” es que no conozco la realidad…
Vivimos en un mundo VUCA en el que la mayoría de las decisiones deben tomarse rápidamente, con una información insuficiente, y con la incertidumbre de un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Como directivo, para obtener resultados, debo “arriesgarme” a decidir, y además debo hacerlo con acierto, a pesar de no controlar la situación. En este proceso tengo que reconocer y asumir la incertidumbre, tomar decisiones sin tenerla en cuenta puede llegar a convertirse en la mayor de las locuras.
Dicho esto, me atrevo a proponer algunos consejos, en forma de decálogo, como ayuda para tomar decisiones mientras navego por las frías aguas del mar de la incertidumbre:
- Evitar la parálisis. Tanto intelectual como operativa. Debo pensar y al mismo tiempo avanzar. La incertidumbre genera ambigüedad y esta provoca ansiedad, estrés y nubla la mente. Debo acostumbrarme a dialogar con la ambigüedad. No detenerme, confiar en mí y continuar avanzando, aunque el sendero se halle parcialmente oculto por la maleza.
- Definir los criterios de decisión. Debo definir y priorizar cuáles son los objetivos que persigo. Voy a comprar un regalo para mi novia, ¿quiero impresionar?, o ¿comprar algo rápido?, quizás ¿algo económico?, o ¿práctico…? El resultado será distinto en cada caso, si no tengo claro el criterio de decisión jamás podré acertar.
- Invitar al tiempo amigo. Hay un tiempo amigo y un tiempo enemigo. Debo preguntarme: ¿de cuánto tiempo dispongo para tomar la decisión?, no tomar hoy una decisión que voy a ejecutar pasado mañana. A veces con el tiempo pasan cosas que repercuten positivamente en las situaciones. Debo saber “dormir” con las decisiones diferidas, no es fácil, a menudo quita el sueño. Atención: cuando tengo que tomar una decisión, si no lo hago, ¡estoy decidiendo!
- Ampliar y alargar el campo de visión. “Salir a buscar”. Todas las decisiones tienen varias dimensiones, debo estar seguro de que han sido examinadas antes de decidir. En este punto necesito la visión del directivo astronauta. Una visión amplia y larga, en espacio y tiempo. Evitar la tendencia humana a conceder más importancia a las preocupaciones del presente que a las del futuro. Ampliar la imagen. Encontrar nuevos datos, nuevos puntos de vista. Tomar perspectiva. Viajar allí donde los demás no han ido.
- Usar el pensamiento gris. “Entrar a buscar”. Debo saber moverme por las zonas grises, sin iluminar, de la mente. Las cosas más que blancas o negras suelen estar teñidas de matices grises. La inteligencia reside en los matices. Explorar todas las posibilidades que existen “entre los extremos”. Debo ser capaz investigar en los espacios vacíos de mi interior sin llegar a formarme una opinión. Permanecer abierto a nuevas ideas, incluso a las más disparatadas.
- Explorar nuevas alternativas. No debo quedarme exclusivamente con las primeras que aparecen. Tengo que obligarme a usar la imaginación para encontrar alternativas viables allí donde los otros creen que no existen. La afirmación “no tengo otra alternativa” es uno de los indicadores más claros del fracaso de un equipo. Experimentar con nuevas preguntas, la forma de enunciar un problema condiciona enormemente las posibles soluciones. Atención, acumular muchas alternativas implica “sufrimiento”: decidir es elegir, y elegir es renunciar.
- Utilizar el sentido “no común”. El sentido común se rebela cuando intento dar respuesta a objetivos contradictorios. Sofocar esta rebelión me permite ir “más allá” de los razonamientos lógicos. El sentido común impide hacer frente a paradojas, ¿qué pasa si me tomo un frasco de veneno caducado? Tener la certeza de que es posible alcanzar objetivos aparentemente contradictorios. La solución a problemas complejos se encuentra a menudo fuera de la caja del pensamiento.
- Desarrollar la mente malabarista. Debo ser capaz de manejar pensamientos complejos y contradictorios. Hacer malabarismos con los recursos disponibles y las alternativas encontradas, al tiempo que preservo intacta la capacidad de actuar. Mover mentalmente las opciones y adivinar cómo las distintas secuencias afectarán a los resultados.
- Extremar la síntesis. Llegó el momento de introducir toda la información en el alambique y someterla a destilación. Es el momento de discernir. ¿De todo lo que tengo, cierto o incierto, qué es lo verdaderamente relevante? Identificar y extraer lo esencial, apartando el resto, aporta lucidez y ayuda a concentrarme.
- Abrir la puerta a la buena suerte. Debo saber diferenciar entre suerte y buena suerte. La buena suerte solo favorece a los que se esfuerzan. Debo hacer el esfuerzo de arar, sembrar, abonar, arrancar las malas hierbas…, y luego sentarme a esperar la buena suerte de que llueva. La buena suerte influye en el resultado, como decía Larry Bird: “Cuanto más me entreno, más suerte tengo”.
Llegado a este punto, añado una última: Abrazar la intuición. No debo olvidar el enorme poder de la intuición.
Para tomar una decisión es fundamental manejar la mayor cantidad de información posible, pero ante un exceso o falta de datos, los análisis no siempre pueden ser todo lo lógicos que quisiéramos. En determinados momentos, la intuición puede ser más poderosa que el método. Los emprendedores triunfan por la intuición.
Y…, llegó el momento de tomar la decisión. Si he recorrido correctamente todas las etapas, estoy preparado para recibir la iluminación. Una iluminación que se manifiesta en forma de la decisión correcta en el momento y lugar oportunos.
Debo admitir que este decálogo son solamente unas sugerencias que por sí mismas no son útiles. Necesito apropiármelas, interiorizarlas, practicarlas y desarrollarlas mediante automatismos. No tiene sentido intentar consultar el manual de escalada mientras estoy trepando por la pared.
Vale, perfecto, aunque tratándose de un mundo “no ideal”, incierto y ambiguo…, por mi parte: ¡prefiero acertar por aproximación que equivocarme con exactitud!
Pie de foto: Mikhail Nilov | Pexels
El directivo astronauta
Tener datos no implica estar informado, y la información no equivale a conocimiento. Los datos, en sí mismos, no sirven para nada. Debo recopilar, mezclar y agitar los datos para convertirlos en información. Pero la información por si misma tampoco es útil. Necesito valorar y entender la información para convertirla en conocimiento.
La información solo es útil cuando se entiende. Puedo tener mucha información y cero conocimientos.
Miles de datos me llegan a todas horas desde múltiples fuentes. Estoy desbordado por la información. La capacidad humana de digerir la información es limitada y el exceso de información, en lugar de alumbrar, deslumbra.
El directivo astronauta tiene la habilidad de elevarse y tomar perspectiva.
La atalaya desde donde observo el mundo cambia completamente mi punto de vista, mi interpretación de la realidad. Si de verdad quiero conocer, no puedo quedarme con la primera imagen. Desde el espacio, las fronteras y los territorios dejan de “incordiar” y ello hace que pueda contemplar cadenas de montañas, agrupaciones de ríos…, percibir nuevos paisajes antes desconocidos. ¿Quién no ha tenido nunca la experiencia de haber juzgado mal por no disponer de todas las perspectivas, de todos los puntos de vista?
Para tomar decisiones necesito salir del espeso bosque que no me deja ver. Desplazarme fuera del problema. Desde la lejanía, además de contemplar los árboles individuales, puedo intuir ¡sus conexiones!
Ver el problema desde fuera permite formular nuevas preguntas, y las preguntas tienen el poder de cambiar las respuestas y con ello transformar mi propia realidad.
Tomar perspectiva es esencial para poder discernir. Con su nueva visión global obtenida al contemplar el mundo desde la distancia, el directivo astronauta es capaz de discernir, de identificar cual es la información verdaderamente relevante para construir el conocimiento. Conocer la información útil me permite descartar el resto, eliminar el ruido de fondo y concentrarme en lo importante. Saber diferenciar entre “lo importante” y “lo más importante”. Liberarme de la niebla de los detalles y poder decir: “Lo sé, lo veo claro”. Atención, ¡un detalle!: hay pequeños detalles que pueden alterar el resultado.
En realidad, regresando al principio, ahora me doy cuenta de que el conocimiento es necesario, pero tampoco es la clave. Lo verdaderamente esencial para avanzar en la empresa, en la vida, es intuir qué conocimiento, de los muchos o pocos que tengo, es el apropiado para utilizar en cada una de las situaciones que se presentan en el camino. ¿Me permitís llamarlo sabiduría…?
El conocimiento es lo que sabemos, la sabiduría es lo que somos capaces de hacer con lo que sabemos. Lo importante no es lo que sabemos, sino lo que hacemos con lo que sabemos. La sabiduría está íntimamente relacionada con la capacidad de tomar buenas decisiones. El conocimiento se olvida, la sabiduría no.
La perspectiva y el discernimiento son habilidades indispensables para digerir las montañas de información, tomar sabias decisiones, …y alcanzar la visión.